martes, 16 de agosto de 2016

No escatime amor hacia los venerables ancianos



Aída Quintero Dip
    Por derecho propio los ancianos deben ocupar un sitio de privilegio en el hogar y en cada espacio y estructura de la sociedad, donde todavía pueden disfrutar de los encantos patrimoniales, históricos, culturales y del afecto de las personas que les rodean.
  Para que esa etapa de atinados consejos y un caudal valioso de experiencia y sabiduría sea placentera, es necesario prodigarles atención esmerada  y crearles condiciones óptimas para una superior calidad de vida.
    En la aspiración de bienestar supremo para este grupo etario no pueden faltar  las expresiones de afecto, cariño y apoyo sin medida en el hogar y en el seno de la familia, y en cada espacio público donde estas personas se encuentren, una cultura que es imprescindible ir arraigando.
   Insertada en uno de los programas más sensibles forjados por la Revolución, la Atención al Adulto Mayor prioriza la asistencia integral, con énfasis  en la salud, así como la reparación, mantenimiento y construcción de áreas más confortables como los hogares de ancianos y casas de abuelos.
   “La mentalidad no debe ser que ya vivieron lo que iban a vivir, sino intentar mejorar su calidad de vida, para que el tiempo que les queda sea el mejor”, según criterios de investigadores sobre longevidad y envejecimiento y salud.
   Con tal precepto como bandera debe trabajarse con las personas de la tercera edad,  como una de las estrategias del Estado fruto de la labor conjunta del Gobierno y el Sistema de Salud, y con la premisa de que la solución de sus necesidades no es un favor que les hacemos, sino una retribución merecida por lo que hicieron con otras generaciones durante su paso por la vida.
   El énfasis está en conseguir mayor respaldo de la familia al adulto mayor y en consolidar la atención a trastornos emocionales como la depresión, para enfrentar el envejecimiento de la población de manera más armónica, teniendo en cuenta que la esperanza de vida al nacer de los cubanos supera los 77 años.
   Por eso  resulta preciso potenciar la gereatrización de los servicios de salud, con hincapié en los organismos que interactúan con el sistema sanitario. Por ejemplo, a la hora de construir hay que tener conciencia de que la población envejece y deben evitarse las barreras arquitectónicas y hacer asideros en sitios públicos para impedir caídas y accidentes.
   Ante el envejecimiento poblacional que privilegia actualmente a Cuba, hay que darle prioridad a la construcción o adaptación de locales para  casas de abuelos y hogares de ancianos, y diseminarlos también por los municipios.
    En correspondencia con el propósito de crear estilos de vida más saludables y hacérsela más placentera, también es importante el funcionamiento de los círculos de abuelos, donde socializan diversas actividades y, sobre todo, realizan ejercicios físicos que redundan en más salud.
    Ese empeño contribuye a cambios esenciales que pueden coadyuvar a la reducción del número de caídas y accidentes, entre otros beneficios, además de una asistencia integral de psicología, estomatología, servicio social, enfermería y otras ramas consagradas a los pacientes geriátricos.
    El Programa Social de Atención al Adulto Mayor se erige sobre tres pilares fundamentales: proyección del adulto mayor como agente de cambio en la comunidad,  legitimación de un programa sociocultural como estímulo para su participación social  y articulación de una estrategia para garantizar la accesibilidad de los ancianos.
   Hay que mirar con luz larga porque para el 2025 se pronostica que la Isla estará entre las naciones más envejecidas de América Latina, pero desde hoy no escatime en darles amor, primero amor,  porque el arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza. 

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