viernes, 3 de marzo de 2017

Él día que Chávez quiso lanzar a Fidel al agua



Jorge Legañoa Alonso
La Habana, 3 mar (ACN) En esta nueva entrega de la serie de anécdotas: Comandantes; escritas por el presidente Hugo Chávez Frías y recopiladas en el libro Cuentos del Arañero, el líder bolivariano nos revela detalles del día que tuvo deseos de lanzar a Fidel al agua.
   Este cuento, como el resto de los que el arañero de Sabaneta dedicó a Fidel, evoca  a un hombre interrogador insaciable que no se queda con ninguna duda y trata de ir más allá de la respuesta que se le pueda dar porque como muchos han subrayado, Fidel es Fidel.

  ¡El colmo de los colmos!
   Por Hugo Chávez Frías
   El próximo domingo es trece. Bueno, será un Aló Presidente especial, dedicado a tu cumpleaños, Fidel, ochenta años. Hay que recordar que Fidel, precisamente aquí en el estado Bolívar, cumplió setenta y cinco. ¡Ah!, esa vez me tenía loco a preguntas.
   Él empezó a preguntar y a preguntar, y yo te mandé a llamar a ti (gobernador Francisco Rangel), y después tú mandaste a llamar a un técnico, porque él quería saber.
   Bueno, primero el tendido eléctrico, que lo inauguramos el día siguiente. Él estuvo preguntando cuánto valía un kilovatio, en cuánto salió construir cada torre, en cuánto salía el kilómetro de cable, cuántos cables eran, la tensión de los cables, cuántas torres, bueno, y a cuánto le vendíamos a Brasil el kilovatio por hora.
   Ahí le respondimos casi todas las preguntas. Pero cuando íbamos en el lago, navegando en la canoa, me dijo: “Chávez, ¿qué velocidad tú crees que trae el agua allá en la cascada?”. Me dieron ganas de empujarlo al agua. ¿Qué voy yo a saber?
   “Calcula, echa un cálculo allí de cuando viene cayendo el agua, no es muy difícil, tú haces así y más o menos calculas. Calcula tú”, me dijo: “Debe venir como a 300 kilómetros por hora y cuando está llegando abajo 350”, respondí.
    Pero después me dice: “¿Y qué profundidad tendrá este lago?”. “Tendrá como 15 metros”, yo inventando. “¿Y la temperatura del agua?”.
   “Bueno, no sé, chico, será como 20 grados”. Entonces, mete el dedo en el agua y dice: “No, 17,5 grados”. ¡El colmo de los colmos! ¡El preguntador sin fin!    

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